Todos Somos Herejes
Pocos católicos cuestionan que estamos sufriendo el periodo más oscuro de nuestra historia desde los tiempos del Arrianismo, cuando la negación de una sola verdad de la fe, la consustancialidad del Padre y el Hijo, estuvo a punto de derribar la jerarquía humana de la Iglesia. Allá por el año 335, Arrio había conseguido ganar para su causa a casi todos los obispos (la mayoría por miedo y respeto humano, más que convicción). Pero, guiado por San Atanasio y San Nicolás, el pueblo laico mantuvo la fe , y protestó las ideas heréticas desde los bancos de las parroquias, a veces a gritos, a veces con violencia. El Concilio de Nicea declaró dogmáticamente que el Hijo era co-eterno y consustancial con el Padre, Arrio fue excomulgado y exiliado, y la masa de obispos rebeldes se desvaneció de la noche a la mañana, como si nunca hubiera existido. Siguiendo aquel patrón, los análisis de la situación actual se centran en denunciar a nuestra jerarquía eclesiástica como responsable de todas nu